Por Pegaso


De veras que no tiene madre el sujeto que aventó a un perrito llamado “Benito” a un cazo con aceite hirviendo donde el propietario de la tienda al que pretendía extorsionar, estaba preparando para hacer los deliciosos chicharrones de cerdo que vendería más tarde entre los golosos comensales de Tecámac, Estado de México.

Decía el filósofo alemán Arthur Schopenhouer: “El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”, y también: “La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter”.

Y siguiendo esa línea de pensamiento, resulta claro que Sergio “N” no tiene ni pizca de sentimientos humanos.

El bestial individuo fue grabado por una cámara cuando salía de un negocio donde segundos antes amenazó al dueño con un arma punzocortante.

Para hacer más enfática su amenaza, antes de retirarse a bordo de un auto Volkswagen tipo Pointer, color blanco, agarró a uno de los dos perritos que estaban en la acera y lo aventó al cazo con aceite hirviendo, lo que provocó que el pobre animalito aullara y se retorciera de dolor, sufriendo una prolongada agonía hasta su muerte.

El hecho indignó a toda la ciudadanía. El video que rápidamente se hizo viral, fue fundamental para que las autoridades ubicaran al orate y le iniciaran proceso por maltrato animal, aunque es probable que salga de prisión en uno o dos años.

Cuando eso sucede, generalmente el delincuente regresa a donde está su víctima y toma represalias.

En este caso, el dueño del negocio podría estar en peligro de muerte. Aquí, lo recomendable es que, ya que se le fincó el delito de maltrato animal, se le busque en sus antecedentes para que por lo menos se le condene a cadena perpetua y trabajos forzados.

De lo contrario, como ya lo indiqué ad supra, seguirá atentando contra la sociedad sin que reciba el castigo que merece.

Pero yo sé cuál sería el castigo más adecuado para Sergio “N”. Que la policía lo regrese a donde estaba el cazo con aceite hirviendo, que metan en el líquido la mano con la cual tomó al perrito y lo arrojó sin conmiseración alguna. Y después que purgue la condena que se le deba imponer por ese y otros delitos.

“Benito” ya está en el reino de los cielos perrunos. Ojalá que su espíritu venga por las noches a ruñirle los huesos de los pies al malvado que provocó su muerte.

Pero yo quiero hacer aquí un addendum muy importante. Es cierto que este hecho causó la indignación de todos los mexicanos y que el sujeto de marras merece un buen castigo.

Sin embargo, ya nadie se acuerda de otros casos donde los protagonistas son seres humanos.

¿Qué me dicen de Debanhi, la joven asesinada en Nuevo León, o el comerciante que fue tableado por delincuentes en una escena que fue captada en cámaras, o el chavito karateka que propinó una golpiza a un compañerito, o la joven que mató con una piedra a otra estudiante?

Ya nadie se acuerda de eso. Tenemos una memoria muy endeble.

Al rato va a pasar lo mismo con el perrito freido en aceite, nos olvidaremos de esas terribles escenas hasta que ocurra otra calamidad que nos haga preguntarnos si aún seguimos siendo humanos o solo hacemos como que lo somos.

Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de Roberto Carlos: “Tengo el deseo de poseer rasgos cognitivos similares a los de los seres pertenecientes al reino Animalia”. (Yo quisiera ser civilizado como los animales).