Por Pegaso 

No sé qué me pasa. En ocasiones me sorprendo a mí mismo pensando como chairo y otras veces como fifí.

Será que, como dice el viejo y conocido refrán: “El que a dos amos sirve, a ladrar se enseña”… no… “El que con lobos se junta, con uno queda mal”…tampoco… Bueno, la idea es esa, como decía El Chapulín Colorado.

Viene a colación porque apenas esta tarde se hizo viral un video donde un matrimonio van en automóvil por una avenida o carretera de Baja California. De pronto, se emparejan con la camioneta donde viaja el Pejidente y empieza un breve pero ameno diálogo.

El Peje del Ejecutivo le pregunta al hombre de dónde viene y él contesta que de Tepic, de Pantanal, a un ladito del aeropuerto.

Enseguida, el mangatario les inquiere si son novios y ellos contestan que están casados.

Es en ese momento cuando, inesperadamente, ALMO les dice, señalando con el dedo índice: “¡Te la robaste, cabrón!”, seguido de sonoras carcajadas en ambos vehículos.

La mujer logró grabar todo desde el asiento del copiloto y de inmediato lo subieron a las redes sociales, donde rápidamente se volvió top trending.

Fuera de que todo eso está ensayado y fríamente preparado para incrementar su popularidad, me cayó de a madre bien que el Pejidente se lleve de patadita en el trasero con la raza mahuacatera.

Que si está haciendo unas cosas bien, que si la está cagando en otras, ese es su pedo, y ya la historia dirá si lo coloca al lado de prohombres como Benito Juárez, Francisco I. Madero y Miguel Hidalgo, o si lo manda a la chingada junto a pendejos como Piña Nieto, o alcohólicos como Felipillo Calderón.

Porque si hablamos en el idioma que habla el pueblo, con todo su simbolismo, hay que recordar que existe una conseja que dice: “Las personas que hablan con majaderías son más honestas, sinceras y felices”.

Y esa parece ser ahora la moda que trae nuestro Huey Tlatoani entre ceja, oreja y sien.

Muchas veces lo he dicho, y esa me parece la mejor parte de ALMO: Los chistoretes le salen naturales, las ocurrencias son lo suyo.

Como candidato, conquistó millones de votos cuando sus oponentes le echaban montón y él contestaba; “Apúrate, ternurita, porque te gana Margarita”, o “Ricky, Rikín, Canayín”.

Ya en la Pejidencia no ha perdido su toque, y sigue llenando las ondas hertzianas y las primeras planas de los periódicos con mil y una gracejadas que nos hacen el día.

Pero hasta él sabe que tiene límites.

Imagínense mis dos o tres lectores, sean chairos o fifíes, que en lugar de decirle al chavo que iba en el otro carro: “¡Te la robaste, cabrón!”, le hubiera dicho: “Está bien buena tu vieja”, o “¡Pásame a tu hermanaaaaa!”

El uso de leperadas, majaderías, palabrotas, groserías, patanerías, zafiedades, cochinadas, ordinarieces o patochadas nos hace populares, como está bien demostrado.

Espero que después de publicar esta columna, -que no la recomiendo para mentes mojigatas, timoratas, beatas o santurronas- el número de mis lectores se incremente cuando menos a cuatro o cinco.

Después de todo, yo solo sigo el ejemplo.

Termino mi colaboración de hoy con el dicho estilo Pegaso: “Luego, ¿con tal pequeña oquedad bucal ingieres tus alimentos?” (Y, ¿con esa boquita comes?)