AL VUELO
Por Pegaso

Ayer, luego de mi vuelo vespertino, un amigo me preguntó: “Oye, Pegaso, ¿tú eres ateo?” Y yo le respondí con una clase magistral de Filosofía: Esa es una clasificación simplista impuesta por siglos de dominación cristiana en los países occidentales y equivale a decir: ¿Eres creyente, o no creyente?

En Filosofía no existe la palabra creer, porque se trata de un concepto subjetivo. Se habla, más bien, de una serie de corrientes de pensamiento que pretenden alcanzar la verdad mediante argumentos más o menos lógicos y más o menos congruentes, como el existencialismo, el empirismo, el estoicismo, el estructuralismo, el materialismo, el humanismo, el racionalismo y el positivismo.

Los dos últimos han desechado la explicación divina como origen del mundo en el que existimos.

Pero por otra parte, el hombre ha creado miles de dioses, entidades mágicas que nos facilitan la vida al no tener que profundizar en cuestiones tan trascendentes como: ¿Quiénes somos?¿Por qué estamos aquí?¿Somos fruto de la casualidad o de la causalidad?

Por eso cuando alguien me dice alguna frase como: “Que Dios te ayude”, yo pregunto: “¿Cuál de todos?”

En lo personal, me resulta fascinante el dios al que se encomienda siempre Conan el Bárbaro, cuando emprende una nueva hazaña: Crom.

Es el que le daba fuerza y valor en aquellos tiempos en que imperaba la ley del más fuerte, al menos en las tiras cómicas.

Ahora bien, si los mexicanos no fuésemos tan malinchistas, en lugar de adoptar dioses extranjeros debíamos encomendarnos a los nuestros, a los que inventaron los toltecas, los olmecas y los aztecas, como Tezcatlipoca, Quetzalcóatl, Coatlicue, Tláloc, Mixcóatl y Xiuhtecuhtli, aunque aún estuviésemos batallando para pronunciar sus nombres.

Me caía bien Zeus, el dios de los griegos, porque era bien picarón. Una vez se transformó en cisne para arrimarle el camarón a Leda, quien después tuvo a Helena y a los Dióscuros.

No trago bien a Odín, el dios de los vikingos y a su hijo Thor, con su martillito y su sombrerito de cuernos.

Por cierto, la empresa Marvel se ha fusilado el personaje durante décadas, convirtiendo a esta deidad en un amanerado rubio de ojos azules y músculos hasta en los párpados.

Por el contrario, siempre me cayeron gordos los dioses egipcios, como Thot, el de cabeza de chacal, Horus, con cabeza de halcón y Osiris, con su gorro puntiagudo, pero no tanto como los babilónicos, Anshar, Antu, Anu y Assur.

En definitiva, hay casi tantos dioses como cabezas hay en el mundo.

Ya lo decía Arjona en su famosa canción: “En este mundo hay más religiones que niños felices”.

Crea cada uno en el dios que desee, mientras no quiera imponer su creencia en los demás y dejémonos de clasificaciones maniqueas.

Vivamos la vida en paz y gocemos del amor y la fraternidad, que tanta falta nos hace.

Va el refrán estilo Pegaso: “A la deidad implorando y con el mallete impactando”. (A dios rogando y con el mazo dando).