Por Oscar Díaz Salazar
Los gobernantes en México se eligen por la decisión de las mayorías, que se manifiestan, (las que quieren hacerlo, las que no, pues no), al emitir su sufragio en las jornadas electorales o votaciones, en cuya organización participan miles de ciudadanos.
En más de una ocasión, los electores que son mis conciudadanos, le han dado el voto mayoritario a individuos que no me simpatizan, que no llenan mis expectativas, que me hacen pensar que serán malos gobernantes, -y el tiempo me ha dado la razón-, que representan intereses y partidos que son perjudiciales para la mayoría. Y sin embargo sigo pensando que las mayorías deben decidir, así sea para equivocarse una y otra vez.
Una distorsión muy grave a nuestra democracia, que de por sí está llena de imperfecciones, de taras y defectos, está ocurriendo en Tamaulipas, con el fraude al mandato popular que ocurre al “comprar” voluntades de quienes ostentan cargos de elección popular, para destituir autoridades, para implementar políticas, para reformar la ley o para tomar desiciones en las que está implícito el interés colectivo.
La compra de sujetos que desempeñan cargos de elección popular, por parte del gobierno de Francisco N, fue exitosa en el caso del Congreso del Estado de Tamaulipas, y eso lo prueba la mayoría que consiguieron en la fracción parlamentaria del PAN, de sus aliados y de los diputados “comprados”, los diputados que traicionaron a su partido, los que cambiaron la representación y la confianza que le brindaron sus electores, por un plato de lentejas. Esos que se vendieron no deben escapar al escarnio popular, aunque la operación de compra – venta se hubiera realizado con sigilo, y aunque se digan que fueron víctimas de desprecio, malos tratos e incomprensión de sus ex compañeros.
El asunto vuelve a tomar interés, como contexto de la operación similar que pretenden hacer con el gobierno municipal de Reynosa. Los emisarios de la Vaca Salvatrucha pretenden despojar al presidente municipal de Reynosa, legal y legítimo, Carlos Peña Ortiz, del cargo que le confiaron los electores de Reynosa. Lo intentaron convenciendo a algunos regidores, de vender, -por cinco millones de pesos, de inicio, y buen trato económico durante el resto del trienio-, sus votos a fin de destituir a Carlos Peña Ortiz, y agregar, a la terna de posibles candidatos a presidente municipal sustituto, el de Luis Espino.
De inhabilitar al presidente municipal suplente, Alfonso Peña, para ocupar el puesto vacante a la salida de Peña Ortiz, se encargarían los del gobierno del Estado, de acuerdo a las declaraciones del operador de la conjura para destituir al presidente de Reynosa, Luis Espino, quien por cierto es hijo del titular de la Auditoría Superior del Estado.
Me de pena (ajena) que Francisco N y sus achichincles piensen que todo lo pueden (des) arreglar con dinero, que todo lo pueden comprar. Pero más pena me da cuando veo que, en el caso del gobierno de Reynosa, parece que tienen razón, pues de acuerdo a las declaraciones del “guanabi” que encabeza la rebelión contra el alcalde, Luis Espino, ya “traen por dentro” a varios regidores que sucumbieron a la promesa de cinco millones de pesos, pagaderos al momento de consumar el golpe de estado en Reynosa.
La sociedad debe saber quiénes son los traidores que venden su voto. Quienes son los individuos que se prestan a violentar la voluntad popular, para encumbrar a un emisario de la Vaca Salvatrucha en la presidencia municipal de Reynosa. Los electores ya expresaron, en las urnas electorales, que no quieren a los aliados de Francisco N.
Del gobierno de Reynosa, de todos y cada uno de los integrantes del Cabildo de Reynosa, esperamos su posicionamiento claro y firme, en relación a este intento de derrocar al presidente municipal.