“LÓPEZ OBRADOR: SU VERDAD SEGÚN ÉL”.

Eduardo Pacheco
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Por: Luis Enrique Arreola Vidal.

Hay discursos que cierran un ciclo.

Y luego está el de AMLO: un espectáculo de 500 años de antigüedad para no hablar de los últimos seis minutos de su sexenio.

Salió de Palacio Nacional sin mencionar ni una sola de sus “obritas”, sin mentar a sus muertos, sin tocar sus escándalos… pero eso sí, con la lengua bien afilada para echarle la culpa a Hernán Cortés.

¡Qué valiente! Enfrentarse a un español que lleva medio milenio bajo tierra es mucho más fácil que enfrentar a las madres que buscan a sus hijos desaparecidos.

Un expresidente obsesionado con el pasado… porque el presente huele a cadáver y a gasolina robada.

AMLO es como el conductor borracho que, después del choque, baja del coche y empieza a gritarle al retrovisor: “¡Todo es culpa tuya, espejo maldito!”.

En su último mensaje hizo tres cosas (sus tres especialidades):

1.  Se puso el traje de víctima profesional.

Lloriqueó por los saqueos del siglo XVI… y se le “olvidó” mencionar los saqueos del siglo XXI firmados con su puño y letra.

2.  Sacó la retórica de siempre, fresca del refrigerador: “el pueblo bueno” (ese que mantiene pobre para que vote por él), “la honestidad” (la misma que usan sus hijos para comprarse casas en Houston) y “la transformación ética” (la que convirtió al Poder Judicial en sucursal de Morena y a la Constitución en papel higiénico).

Palabritas bonitas que suenan lindo… hasta que te das cuenta de que son puro eco de mañanera.

3.  Huyó de rendir cuentas como Drácula de un crucifijo.

Ni una palabra del Tren Maya inflado y ecocida, del AIFA que no es rentable —ni lo será jamás—, del huachicol militar, de la deuda ni de los cadáveres.

Prefirió hablar de barcos españoles. Barcos. En serio.

Dijo, con cara de niño regañado, que “nos arrebataron el oro” y que “México fue saqueado”.
Correcto, señor. En 1521.

Pero se le olvidó el detalle chiquito:
el saqueo de su sexenio hace que el de Cortés parezca un ratero de tianguis.

Los españoles se llevaron oro.

Sus hijos, amigos, compadres, hermanos, nueras y primos del cuñado se llevaron todo: contratos, aduanas, medicinas, fideicomisos, puertos, aeropuertos, el presupuesto entero y hasta la vergüenza ajena.

Los españoles vinieron en carabelas.

La 4T usó WhatsApp familiar, Sedena y programas sociales como cajero automático.

LOS MUERTOS QUE, OBVIAMENTE, NO LE TOCABA NOMBRAR.

Lloró por las injusticias de hace 500 años.

Pero de las de ahora, ni mu:

– Más de 190,000 homicidios dolosos (récord mundial, ¡felicidades!).

– Casi 50 mil desaparecidos (50 mil familias que no saben si abrazar una osamenta o seguir buscando).

– Territorios enteros gobernados por el narco mientras él repartía abrazos y embajadas a quienes se doblaban ante su régimen.

AMLO presume “abrazos, no balazos”… y nos deja 190,000 muertos y 50 mil familias abrazando la nada.

¡Qué éxito tan abrazable!

EL SAQUEO MILITAR QUE, CLARO, TAMPOCO MENCIONÓ.

Se quejó del oro español…
pero se le trabó la lengua al hablar del huachicol VIP de los sobrinos del general Crescencio Sandoval: la red más elegante y lucrativa de robo de combustible en la historia.

Si Cortés se llevó lingotes,
los generales de AMLO se llevaron ductos, aduanas, bancos, constructoras y hasta el changarro de los tamales del aeropuerto.

AUSTERIDAD REPUBLICANA (SOLO EN EL DISCURSO).

Se autoproclamó “austero” con la misma cara con la que sus hijos compran mansiones en Texas, cuadros en Japón e invierten en propiedades inmobiliarias por el mundo.

Lo único austero fue el sueldo de los médicos y las medicinas para los niños con cáncer.

En su círculo cercano sobraba el caviar.

LA DEUDA MÁS GRANDE EN LA HISTORIA DE MÉXICO.

Culpa a los “neoliberales” de endeudar al país.

Y su gobierno deja la deuda más alta en dos siglos, el ritmo más rápido de endeudamiento desde Porfirio Díaz y tres elefantes blancos que costaron más que todo el oro de Cortés junto.

Si los españoles nos hubieran dejado esta deuda… todavía les estaríamos mandando cartas de reclamo a Madrid.

AMLO quiso despedirse como libertador anticolonial.

Se va como lo que fue:
el presidente más violento, más opaco, más endeudador, más militarizado y —ironía máxima— más corrupto de la historia moderna.

Mientras hablaba del saqueo de la Conquista, consumó el saqueo más descarado de los últimos 200 años.

Se despidió mirando un espejo del siglo XVI.

Porque si se atreve a mirar el espejo del 2024… se encuentra con un país destrozado, dividido y harto de su show.

México aprendió la lección:
la historia no siempre se repite…
pero las mentiras de López Obrador, esas sí, todos los días a las 7 de la mañana.

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