AL VUELO
Por Pegaso

El coronavirus, después de casi diez meses de haber surgido, nos ha puesto a todos medio neuróticos.

Bueno, a unos más que a otros.

Los medios de comunicación se han encargado de difundir de manera universal cuáles son los síntomas, cómo se puede contraer y cómo podemos defendernos de él.

Hay personas que, siguiendo toda recomendación que ven en la televisión o en los periódicos, se llenan de menjurjes, sustancias químicas, productos milagrosos y remedios naturistas, pensando tal vez que con eso harán que su sistema inmune se blinde con una coraza inexpugnable, como Batman cuando le patea el trasero a Superman en la película homónima (Batman vs. Supermán: Dawn of Justice. Director: Zack Snyder, con Henry Cavill, Ben Affleck, Jesse Eisenberg y Amy Adams).

Para ello, llenan la repisa de la cama con mil frascos de ácido cítrico, ácido ascórbico, ADErogyl, betacaronetos, suplementos de magnesio, cobre, zinc y todas las vitaminas habidas y por haber, desde la A hasta la Z.

Van al mercado y compran probióticos, van a la tienda naturista y obtienen cápsulas de sábila o a la hierbería para adquirir hojas de guayabo, eucalipto, jalea madre y agua del Tlacote.

Están al tanto de productos novedosos, como el Inmunocal, Inmunocal Platinum e Inmunocal Booster, o van con el amigo o amiga que vende CBD (Canabidiol), un derivado de la marihuana y compran el de 500 o mil miligramos para sentirse invencibles, como Hulk.

La verdad es que no es necesaria toda esa parafernalia de productos costosos y que no han probado su eficiencia bajo control sanitario.

Basta con alimentarse sanamente, hacer algo de ejercicio, mantenerse alejado del estrés y dormir lo suficiente.

El consumo de Vitamina C contenida en los cítricos y en las verduras amarillas y verdes, puede ser suficiente, y de vez en cuando, en tanto la dieta no sea la adecuada, el suministro de suplementos alimenticios es necesario, aunque sin llegar a la exageración.

No está de más tomar nuestras precauciones para evitar cualquier tipo de infección respiratoria sin llegar a la psicosis, ya que eso provoca el aumento del estrés y puede bajar nuestras defensas.

Una de las medidas más difundidas es el uso del cubrebocas, tapabocas o mascarilla.

Pronto llegarán los primeros frentes fríos y si normalmente hay un elevado índice de contagio de gripa o influenza estacionaria, con el tapabocas se evitará la transmisión del virus, porque los mecanismos son similares a los del COVID-19.

Si todo mundo seguimos usando mascarillas en el invierno, no será necesario acudir a los hospitales con la idea de que ya nos pegó el coronavirus.

No se debe bajar la guardia en esta temporada. Debemos seguir guardando la sana distancia y lavarnos las manos frecuentemente, o usar gel antibacterial.

Puede que, a final de cuentas, el coronavirus traiga algo bueno y también nos ayude a bajar la cantidad de casos de influenza, gripa y moquillo.

Debemos estar alerta al menos hasta que salga la vacuna o exista un tratamiento lo suficientemente barato como para darnos el lujo de quitarnos el cubrebocas y volver a la normalidad normal.

Mientras tanto, no sea pendejo, no piense que porque no le ha dado a usted el COVID-19 no existe. Vea cuántas personas han muerto y cómo se vino abajo la economía mundial.

Si eso no es real, no sé qué pueda serlo.

Quédense con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Selecciones del Reader´s Digest: “Hilaridad, panacea indubitable”. (La risa, remedio infalible).