País de mitos
-Nada pasa si se impone nombre de Golfo de América
-Américo terminará gira en Nuevo Laredo
-El temor a la deportación
Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
30-enero-2025
En México le llamamos Río Bravo; en Estados Unidos, Río Grande. Y no pasa nada. Igual ocurrirá con el Golfo de México, al que Estados Unidos le empieza a llamar, con toda la fuerza de ser la primera potencia mundial, Golfo de América.
En México no deberíamos de ser rigoristas con los de afuera y laxos con los de adentro. Ni siquiera nos llamamos México, sino Estados Unidos Mexicanos y pocos mexicanos lo saben. Es un mito que se construyó hace 200 años, quizá porque a nuestros antepasados les dio flojera utilizar una denominación con tres palabras.
¿Quién se sabe de memoria el nombre completo del Padre de la Patria?
Es Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, pero ha pasado a la historia sencillamente como Miguel Hidalgo.
Vamos a seguir llamándonos México, sin ser el nombre real, hasta que algún gobierno decida corregirlo de manera legal.
Y es que en nuestro país se adora los mitos, la leyenda, la mentira, pues, en vez de privilegiar y promover la verdad. Nuestra historia está hecha de mentiras, a las que eufemísticamente se les llama mitos, porque hay resistencia a llamarles a las cosas y a los hechos con su nombre.
Muchos de estos mitos tienen una vida efímera, de apenas un sexenio, otros logran traspasar las barreras del tiempo y se cumple aquella máxima nazi de que una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad y con mayor razón si se repite millones de veces. Y si forma parte de nuestra historia de bronce, peor.
En otro tema, en Reynosa, el gobernador Américo Villarreal dio arranque a los trabajos de construcción de una planta de fertilizantes en la que se invertirán 1 300 millones de dólares, producirá 700 mil toneladas al año y va a generar mil 500 empleos directos.
Este día, el gobernador sigue su gira por Díaz Ordaz y Miguel Alemán y mañana viernes estará en Nuevo Laredo, para colocar la primera piedra de la nueva fábrica de Medline, con una inversión de 250 millones de dólares.
También va a visitar el centro de atención a repatriados, instalado en el estacionamiento del Polyforum, con participación de oficinas de los tres niveles de gobierno.
Toda esta semana, la fila de peatones para cruzar al lado americano ha estado muy sola. El lunes no se dio aquella fila que ocupa toda la estructura del puente, pasa por enfrente de las instalaciones del SAT y casi llega a la calle Bravo, -unos 600 metros- lo que es una señal de que muchos de los neolaredenses que trabajan de manera ilegal en la vecina ciudad, han optado por esperar que se calme la tormenta sobre las deportaciones. Tienen miedo, y con toda razón.
Se viven momentos de tensión y lo peor es que nadie sabe si esto durará unas cuantas semanas, meses o los cuatro años de Trump.
Lo cierto es que las deportaciones se han dado toda la vida y han sido los gobiernos de los presidentes demócratas, como Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden, los más duros con los ilegales, aunque sin hacer ruido, a diferencia de Trump, que le gusta la estridencia.
Hasta noviembre de 2024, los paisanos que viven en Estados Unidos enviaron a sus familias en México, 59 mil 518 millones de pesos, de acuerdo con el Banco de México, por lo que el año debió cerrar por encima de los 65 mil millones.
Entre más deportados mexicanos haya, menores serán las remesas que envíen a México, en perjuicio de sus familias y de la economía en general.
De ganar sueldos de mil a mil 500 dólares semanales, estos deportados se tendrán que conformar con ganar tres o cuatro mil pesos, y eso si consiguen empleo, porque por falta de oportunidades se fueron a los Estados Unidos.
