AL VUELO
Por Pegaso

“Pobre del pobre, que al cielo no va. Lo chingan aquí y lo chingan allá”,-solía decir don Fidelito Ochoa cuando yo trabajaba de esclavo en Multimiedos, allá por el año 1995.

Fidelito era afanador en la estación de radio Esterio Remuerdo y yo era conocido porque daba las cápsulas noticiosas que terminaba siempre con mi seudónimo: “Informó para Notiaureo, Jesús Riiivera Zuuuúñiga”.

Recordando aquel simpatiquísimo aforismo, se me vino a la mente una frase de mi invención, que surgió de las mil y una noticias que me han tocado cubrir en época de elecciones e inundaciones.

La frase, que tiene toda la pinta para convertirse en inmortal, digna de ser grabada en placa de oro en las más excelsas tribunas de la Nación, dice lo siguiente: “La pobreza es una inmensa fuente de riqueza”.

La euforia que tuve al momento de pergeñar tal pensamiento no la tuvo ni Don Quijote de la Mancha, cuando salió por primera vez de su aldea para enderezar entuertos y socorrer viudas.

En efecto. En campaña, los candidatos reparten grandes cantidades de dinero en especie, en camisetas, en calcomanías, en gorras y en vasos.

Gracias a su “generosidad”, llegan a ser diputados, alcaldes, senadores, gobernadores o presidentes de la República, donde recuperan con creces su inversión hasta hacerse asquerosamente millonarios.

Desde esas trincheras, suelen hacer pingües negocios por debajo de la mesa, aprovechando los recovecos de la ley.

Por decir algo, puede que un político tenga un compadre farmacéutico, o constructor, o proveedor de PEMEX, y entonces, un porcentaje de las ganancias va para su cuenta personal.

Si se trata de vender leche a un sector depauperado de la población, inflan los precios y se quedan con una buena lana.

Si de vender medicinas, le meten un porcentaje extra para seguir engordando sus bolsillos.

Y mientras tanto, al infeliciaje sólo les llega leche en mal estado o medicamentos caducos.

¿Lo ven? La pobreza es una inmensa fuente de riqueza.

Ahora que, durante tragedias como los sismos, los huracanes o inundaciones, la legión de damnificados que quedan con una mano adelante y otra atrás son un rico filón para los oportunistas.

Por ejemplo, las migajas del FONDEN no resuelven nada para ellos, pero sí representan una tajada para quienes “gestionan” o reparten el beneficio.

Hay quienes apoyan a los afectados, como ahora -previo a las campañas políticas-, buscando puestos de elección popular.

Por el momento aparecen como salvadores de las clases más depauperadas, pero a la vuelta de los meses, se cobrarán a lo chino, cuando lleguen a un puesto de elección popular.

Aunque ya llevamos dos años de la cacareada 4T, la verdad es que muchas cosas no cambian. Me dicen que sigue habiendo grandes negocios en casi todas las dependencias federales que manejan recursos.

Me causó risa una publicación donde decían que los damnificados por el huracán Hanna iban a recibir despensas para tres meses y cheques de 15, 30 y 50 mil pesos que podrían canjear en Elektra por salas, camas matrimoniales, comedores, pantallas inteligentes de 50 pulgadas y otros artículos del hogar que pudieran reponer los que perdieron durante las inundaciones.

Pero, ¡oh! triste realidad. Lo que se les hará llegar serán colchonetas de hule espuma forradas con tela de colores, agua embotellada, despensas y kits de limpieza.

Quienes ya se habían entusiasmado con la idea de que podrían adquirir su televisionsota para ver las series de Netflix, tuvieron la gran desilusión, ya que la ayuda que les llegará del FONDEN será a la medida de lo miserable que es el Gobierno de la 4T.

Posdata: Me cargué de risa con una caricatura que publicó mi amigo Pichón en las redes sociales: Un obeso y grotesto cerdo tragando montones de billetes que están en una batea con la leyenda “Fondo de Desastres Naturales” y defecando morralla en una bacinica, mientras una figura que se parece mucho al Pejidente, sentado sobre un manto con las siglas “4T” señala con generosidad lo que se entregará al pueblo damnificado: El contenido de la bacinica.

Eso que no nos pusimos de acuerdo.

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “¡Cándida colúmbida, que admitiste tal falacia!” (¡Inocente palomita, que te dejaste engañar!)