Se acerca el día…y seguimos en tinieblas.

Eduardo Pacheco
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CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA
Se acerca el día…y seguimos en tinieblas.
La cuenta regresiva ha comenzado. Faltan 19
días para la jornada electoral del uno de junio, y los tamaulipecos —como el resto del país— nos encaminamos cada vez más a lo que será una elección judicial histórica… por lo absurda.
Vamos directo a votar por jueces, magistrados y ministros sin saber quiénes son, de dónde vienen ni qué demonios harán. Una elección a ciegas, en toda la extensión del término. Un salto sin red en el escenario de la democracia.
El ciudadano promedio, si acaso, tiene una idea remota de lo que hace un juez. De magistrados o ministros, ni hablar. Para la mayoría, son conceptos abstractos, personajes en toga que dictan sentencias desde algún Olimpo burocrático. Y ahora resulta que debemos elegirlos.
Pero, ¿cómo elegir lo que no se conoce? ¿Cómo decidir con criterio si ni siquiera sabemos quiénes son los candidatos ni cuál es su trayectoria? La gran mayoría ni se ha preocupado por darse a conocer. No han tenido el interés, las herramientas o la voluntad para llegar a la ciudadanía.
Y entonces ocurre lo que advertimos desde este mismo espacio: iremos a votar como si fuéramos al mercado, con una lista en la mano para tachar nombres. Una receta prefabricada por operadores políticos, no por convicción ciudadana.
La elección judicial debió ser una oportunidad para transformar un sistema plagado de corrupción, de jueces vendidos y sentencias a modo. Pero no. El modelo está tan mal diseñado que lo único que cambiará será el rostro de los personajes… y eso si acaso.
¿De verdad alguien cree que basta con cambiar personas para limpiar un sistema podrido desde su raíz? ¿De verdad alguien cree que los nuevos impartidores de justicia serán milagrosamente honestos sólo porque llegaron por el voto?
Eso no es ingenuidad. Es insensatez. Es darle un barniz de legitimidad a un proceso que en el fondo es un simulacro. Un teatro electoral sin guion ni actores preparados.
Y lo más grave es que a estas alturas, a 19 días del día D, seguimos igual que al principio: en la oscuridad. Sin saber cuántos, quiénes, ni cómo. Sin debates. Sin foros abiertos. Sin una sola señal de interés por educar al votante.
Dicen que será una elección histórica. Y sí, lo será. Pero no por su impacto democrático, sino por lo absurdo de su planteamiento. Un hito del despropósito político.
Mientras el oficialismo presume que con el voto se democratiza la justicia, la realidad nos escupe otra cosa: que el pueblo elegirá sin información, sin criterio y con apatía. Y eso no es democracia, es ruleta.
Muchos se presentarán a votar sin convicción, apenas empujados por el aparato. Otros ni siquiera irán. Porque cuando no se entiende para qué sirve el voto, el voto no sirve para nada.
Esta elección es la culminación de una idea que pudo ser grande y acabó siendo grotesca. El reflejo de un país que juega a reformarse sin transformar nada.
Al final, lo único seguro es que el 1 de junio quedará grabado no como el día que México transformó su justicia, sino como el día que la disfrazó de democracia para que todo siguiera igual.
ASI ANDAN LAS COSAS.
roger_rogelio@hotmail.com
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