
Por Carlos López Arriaga
Tránsito cambia de manos
Cd. Victoria, Tam.- Parece asunto de elemental sentido común la decisión del Congreso local que preside HUMBERTO PRIETO HERRERA, al reintegrar las tareas de tránsito y vialidad a la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, tras aprobarse la iniciativa presentada por dos diputados de mayoría,
Ambos de la bancada guinda. El ingeniero MARCO ANTONIO GALLEGOS, representante del distrito 04 de Reynosa y el contador ISIDRO VARGAS FERNÁNDEZ, quien llegó por el distrito 12 de Matamoros.
Entre sus argumentos figura el objetivo de modernizar el marco jurídico en materia de movilidad y fortalecer la actuación de las autoridades en seguridad vial, buscando “un modelo de gestión más ágil, coordinado y eficaz”, trasladando ahora la responsabilidad al terreno del general secretario SERGIO CHÁVEZ GARCÍA.
Asuntos como vigilancia, operativos, cumplimiento de normas y aplicación de infracciones, según dicen, con apoyo “de herramientas tecnológicas” y la vieja promesa de simplificar “procesos y trámites.”
Participan en ello otras secretarías como (1) la General de Gobierno en regulación del transporte público, (2) Finanzas en expedición de licencias digitales y control del registro vehicular, incluyendo (3) Desarrollo Urbano en planeación del espacio vial.
¿MODERNIDAD EN CURSO?
Entre dichas herramientas tecnológicas, estaría pendiente precisar a qué se refieren con eso de la “licencia de conducir electrónica”, que según nuestro ver y entender ya se procesa, imprime y entrega mediante mecanismos digitales, desde hace algunas décadas.
Lejanos están los tiempos en que la credencial de manejo se otorgaba en cartoncillo vulgar, con sello, firma y fotografía de ovalito, no siempre pegada con goma, a veces grapada.
Misma que el conductor debía llevar con la severa advertencia de “sin lentes, la frente despejada” y (como estaba de moda la greña en varones) “con las orejas visibles”.
Luego llegaron las máquinas de fotocredencialización (palabra larguísima) que no solo emiten licencias de tránsito, sino todo tipo de identificaciones, para oficinas públicas y empresas privadas; unas para cargar en la cartera, otras con formato de gafete, colgadas al cuello. De aquí la duda, ¿cuál será esta vez la novedad en las referidas licencias digitales?
Se habla también de mecanismos automatizados para pruebas de alcoholimetría. Palabra, esta última, que en buen español se refiere al proceso técnico empleado para medir la cantidad de licor que un conductor carga entre pecho y espalda. Alude, pues, al mecanismo.
Lo cual no reemplaza al término más conocido de alcoholemia, frecuentemente aludido por los colegas de nota roja. Mismo que hace referencia al resultado de dicha medición. El nivel de embriaguez, a partir del cual la autoridad adopta las decisiones conducentes.
DE HERODES A PILATOS
Por igual son de interés los temas como la expedición de placas para personas con discapacidad y un detalle muy importante, que ojalá y deveras se cumpla. La cancelación de licencias a infractores reincidentes o pillados en faltas graves al reglamento.
¿En qué fallaron los ayuntamientos?… Bueno, no es la primera vez que les quitan esta facultad. De hecho, las oficinas de Tránsito han ido y venido entre la autoridad estatal y municipal, desde mediados del siglo veinte.
Con aire de nostalgia, hace tiempo recordé aquí la época en que los agentes de tránsito se hacían presentes ante cualquier problema de vialidad, por menor que fuera. Desde embotellamientos a la salida de las escuelas, hasta incidentes de la gravedad que fueran, choques, atropellamientos o la caída de un árbol.
En patrulla o en moto, eran oficiales proactivos, serviciales, siempre alertas para prestar apoyo al ciudadano, conductor o transeúnte, por igual. Pero luego fueron desapareciendo del paisaje urbano.
Se les veía (se les ve) muy concentrados en las vialidades rápidas donde tienen detectado el paso de camiones foráneos y transportes de carga, para la consabida faena de prender la sirena, marcar el alto, pedir toda suerte de documentos y (por supuesto) llegar al arreglo.
Algunos suelen cargar esas bolsitas rectangulares de vinil con cierre, cuya repentina apertura es una invitación a la dádiva, el cobro de peaje, para que el chofer pueda seguir su camino. Ello, bajo la amenaza de arruinarle el día y remitirlo al corralón, donde las multas son de infarto. ¡El dinero o la grúa!…
HONRAR EL UNIFORME
La vocación de servicio, pues, pasó a segundo término o, de plano, se extinguió. Lo cual va más allá de señalar las malas maneras entre los uniformados. Pone además en serio predicamento las tareas previas de reclutamiento, capacitación y selección.
El fenómeno también nos habla de bajos sueldos. De aquí la necesidad de “sacar el día”, porque la quincena no alcanza. Y del seguimiento deficiente (o nulo) que sus jefes hacen de las denuncias ciudadanas en esta materia.
Sin olvidar la fama de que los mismos jefes exigen a sus agentes una cuota diaria de estipendios al finalizar la jornada, como requisito para permitirles seguir operando.
Por ahí, tras un arbolito cercano al cruce de Sulaimán y Aldama, suelen pararse unos chicos muy traviesos, de motoneta y casco, verdaderos emprendedores acechando a su clientela, con una perseverancia digna de mejores causas.
Mecánica completa de extorsión al conductor que merece ser atendida como prioridad y rienda firme. El general secretario tiene la palabra.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com