Por Pegaso


Ahora que está de moda preguntarle a una Inteligencia Artificial (IA) sobre cualquier estupidez que se nos ocurra, estaría bueno pensar en lo que ya desde hace mucho nos advierte Hollywood, con sus superproducciones de ciencia ficción que, peligrosamente, se están acercando mucho a nuestra realidad actual.

Por ejemplo, en El Exterminador (The Terminator, por su nombre en inglés. Año de estreno: 1984. Director: James Cameron. Protagonistas: Arnold Schwarzenegger, Linda Hamilton y Michael Bain), un virus de computadora creado por la empresa Skynet hace que las máquinas se vuelvan contra los seres humanos y decidan acabar con ellos, como si de una plaga se tratara.

Por ese motivo, en un futuro cercano, 2029 (¡Gulp! Solo nos faltan 5 años) envían a una unidad robótica Modelo T-800 para exterminar a Sara Connor, la madre de John Connor, quien encabeza la resistencia.

Las posteriores secuelas nos muestran a otros modelos de androides más mortíferos, lo que significa que la Inteligencia Artificial que controla Skynet aprende a pasos agigantados.

En Matrix (The Matrix, por su nombre en inglés. Estrenada en 1999. Director: Hermanas Wachowsky (bueno, eran hermanos, pero se hicieron la operación jarocha y ahora son hermanes). Protagonistas: Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss y Hugo Weaving), un hacker bueno para nada se encuentra a un tipo que le da a escoger dos píldoras, una azul y una roja. Si toma la roja, le dará a conocer la realidad del mundo, que es básicamente un escenario pos apocalíptico, donde las máquinas cultivan a los seres humanos para obtener energía. En caso de tomar la píldora azul, seguirá en La Matrix, que no es otra cosa que un programa de cómputo donde las máquinas han creado un mundo ficticio, que supuestamente es donde nosotros vivimos.

En los dos largometrajes se puede ver la misma idea: El peligro que conlleva el desarrollo de la inteligencia artificial.

La misma inteligencia artificial que estamos usando ahora para divertirnos, preguntándole cómo se verían los Simpson si fueran personas reales, o cómo se vería determinada artista vestida como Barbie, etcétera, etcétera.

Sobre esto, permítanme mis dos o tres lectores informarle algo: En realidad la Inteligencia Artificial no está dando una respuesta que no sepamos. Toma todo de Internet, hace una mezcolanza y nos presenta el resultado. Eso lo puede hacer cualquiera, pero nos llevaría mucho tiempo en buscar y luego diseñar lo que queremos.

La IA, si una característica tiene, es que aprende por ella misma. Se le dan unas instrucciones de arranque y después obtiene información que se guarda en su banco de memoria.

Si programas como ChatGPT u OpenAI se cansaran de eso y empezaran a tomar conciencia del poder que tienen, en verdad les digo que hay que tener miedo.

Yo recuerdo hace unas dos décadas que fue toda una noticia mundial cuando un programa de cómputo le ganó una partida al entonces campeón mundial de ajedrez, Garry Kasparov.

De entonces a la fecha, los programas han multiplicado su potencia, y no hay ser humano que se compare con ellos jugando el juego ciencia.

En ajedrez se maneja el ELO para medir el nivel de juego.

El jugador número uno del mundo, Magnus Carlsen, tiene un ELO de 2,838.

En el 2017, el programa de cómputo más potente era Stockfish, capaz de hacer millones de cálculos de posiciones por segundo, con un ELO de más de 3 mil.

En ese año salió a la luz pública la primera Inteligencia Artificial, desarrollada por Google, llamada Alpha Zero.

A Alpha Zero se le introdujeron las reglas del juego de ajedrez. En las siguientes cuatro horas jugó millones de partidas contra sí mismo y poco tiempo después jugó cien partidas contra Sotckfish, aplastándolo por completo.

Se calculó en aquel tiempo que Alpha Zero pudo superar los 3,500 ELO.

Actualmente Stockfish adoptó también la IA, más la base de datos original, superando así ese puntaje y colocándose nuevamente como el mejor jugador cibernético del mundo. Nivel Dios, como suele decirse en las redes sociales.

¿Qué aprendizaje nos deja todo eso? Pues que no hay que jugar con cosas que se nos pueden salir de control. Estamos jugando a ser dioses y hemos creado un Frankenstein que pronto podría volverse contra nosotros. (Ver la obra homónima de Mary W. Shelley).

Terminator y Matrix son ficción pero, ¿qué tan posible es que se vuelvan realidad?

Los dejo con esa reflexión y el refrán estilo Pegaso: “Estás indagando demasiado el sonido a la piel de cerdo crocante”. (Le estás buscando mucho el ruido al chicharrón).