Maremágnum
Por Mario Vargas Suárez

Serían las tres de la tarde del 13 de octubre de 1970, cuando la Mtra. Ma. Elisa Torres García, directora de la escuela primaria vespertina, Lisandro Calderón Hernández, recibía las órdenes de presentación del nuevo profesor.

La escuela referida está ubicada en la Calzada de Guadalupe y Río del Consulado, colonia ex Hipódromo de Peralvillo, en la Ciudad de México, el novel profesor apenas contaba con 18 años de edad.

La dinámica directora, pidió al recién llegado le acompañara al grupo para presentarlo y entregar la papelería oficial, propia de la época. La presentación fue breve, sencilla y muy privada, solo alumnos, profesor y la directora, quien hizo las recomendaciones pertinentes a los escolares.

El recién llegado iba en calidad de sustituto de la maestra titular del 4º año “C”, grupo con casi 40 niñas y niños entre 9 y 13 años de edad. Era notorio que todos reflejaban en su rostro la gran e inquietante pregunta de ¿cómo será su nuevo maestro? y éste ¿cómo serán estos niños?

Saliendo con un caminar seguro, la directora abandonó el aula del primer nivel del edificio escolar y ya solo, frente a sus primeros alumnos, el adolecente maestro hizo para sí la pregunta sin respuesta “Este es mi grupo… ¿y ahora qué hago?”

En la intimidad de su ejercicio profesional, el novel profesor repasaba mentalmente las acciones viables aprendida de sus maestros de la escuela normal… ¿qué hago? Se preguntaba angustiado… observando atentamente, sin captar el rostro de sus primeros alumnos que seguramente esperaban la primera indicación.

No recuerdo exactamente qué siguió. Quizá los primeros minutos, parado frente al escritorio, fueron terriblemente largos sin saber qué hacer, pidiendo quizá un libro y preguntando el tema que habían visto de matemáticas o español.

La escuela primaria Lisandro Calderón Hernández, en aquél tiempo tenía tres turnos: matutino, de 8 a 13 hrs., vespertino de 13:30 a 17 hrs y el nocturno para la secundaria de trabajadores, de las 17:30 a las 21 hrs. Todas las demás escuelas vespertinas de la Cd. de México, entonces salían a las 18:30.

Hacia 1974, por determinación presidencial, todas las escuelas de la capital del país, el turno matutino entra a las 8 am, sale a las 12:30; el vespertino a las 14 y salida a las 18:30. Con excepción de esta escuela primaria que entraba a las 14 pero salía a las 17, por la secundaria para trabajadores. Haaa, con media hora de descanso, de las 15:30 a las 16.

Trabajar en la escuela primaria fue una excelente experiencia, tuve la suerte de egresar a esos pequeños del 4º C, hasta que culminaron su educación primaria y desde luego fue satisfactorio verlos partir rumbo a la secundaria.

El primer grupo con el que trabajé fue bueno, algunos rostros y nombres siguen grabados en la mente docente. Ahora 50 años de servicios ininterrumpidos de servicio a la docencia nacional, registro solo en dos entidades laborales: la ciudad de México hasta 1979 y este estado norteño, Tamaulipas, cuna de hombres y mujeres nobles, trabajadoras y sin par.

El 13 de octubre de 1970 marca el inicio de una época profesional en una populosa zona de la capital del país, en una escuela primaria con 18 grupos, una secretaria que hacía las veces de subdirectora (en educación primaria no existe esta figura), la maestra de educación física, la dirección y dos empleados manuales.

50 años en incontables escuelas primarias, porque en una época, una de las plazas era para cubrir ausencias temporales de maestros titulares de grupo, que sobre todo por licencias médicas, la dirección de educación del D.F., entonces, enviaba ‘maestros emergentes’ que se hacían cargo de los grupos desde dos días, hasta seis meses que retornaba el titular del grupo.

La escuela Insurgente Morelos, ubicada atrás de la Basílica de Guadalupe, fue la última escuela primaria donde fui titular en este nivel escolar, por varios años trabajé con 5º y 6º grados, lo que me permitió ampliar mi experiencia con adolescentes, de niveles socioeconómicos muy por debajo de la media.

Muchas veces me he preguntado el gusto por la docencia, particularmente en la escuela primaria y la respuesta es inmediata: aleccionadora experiencia, que no solo llena de satisfacción, te hace pensar en los ciudadanos del mañana.

Leía hace un tiempo una pregunta planteada en Facebook por un profesor a sus compañeros, refiriéndose al número de alumnos que han tenido a lo largo de su ejercicio profesional y las respuestas registraron números muy variados, incluso solo cálculos de menos de mil, en 30 años.

¿Cuántos alumnos he tenido en estos 50 años de servicios ininterrumpidos al magisterio nacional?

No hay respuesta, desconozco el dato. Una ocasión me hice la misma pregunta, pero me referí solo a un año y superé los mil estudiantes, claro que trabajaba entonces de las 6:30 de la mañana a las 21 hrs., sobre todo en el verano con la Normal Superior de Tamaulipas, más los habituales de la generación que llegaron a ser más de 600, en la Benemérita Escuela Normal Federalizada de Tamaulipas.

A manera de colofón de esta primera entrega: Oficialmente mi fecha de ingreso al Sistema Educativo Nacional es el 16 de octubre, porque administrativamente es admite solo 1º o 16 de cada mes, aunque mi presentación oficial fue hoy, 13, hace 50 años.

¡Salud!