AL VUELO
Por Pegaso

Andaba yo volando allá, por la plaza principal Miguel Hidalgo, donde se realizó ayer por la tarde/noche un emotivo homenaje al cantante Cornelio Reyna, a quien sus cuates le decían de cariño El Cornetas.

Encabezó la multitudinaria celebración la Alcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz Domínguez. Tocaron varios grupos de renombre, interpretando algunas de sus más conocidas canciones. Y la gente coreaba las estrosfas y los versos del fallecido cantautor.

Entre las más famosas canciones del ídolo norteño, están: Me Caí de la Nube, Barrio Pobre, Te Vas Ángel Mío, Mándale Una Carta, Me Caíste del Cielo, Me Sacaron del Tenampa, Qué Tal si te Compro, El Andariego, Andamos Perdidos, Botellitas, Idos de la Mente y muchas más.

Dentro de su filmografía aún podemos ver de vez en cuando en canales de paga, los siguientes largometrajes: Soy Chicano y Mexicano, El Hijo de los Pobres, Guadalajara es México, Me Caí de la Nube, El Llanto de los Pobres, El Norteño, El Ladrón Fenómeno, Valente Quintero, La Esperanza de los Pobres, El Andariego, Norteado, Lágrimas de mi Barrio y un titipuchal más.

Cornelio Reyna no tenía una gran voz. Es más, era medio chillona y aguardentosa, pero cantaba entonado y con mucho sentimiento.

Tampoco sus películas eran la octava maravilla, sin embargo, llegó a alternar con personajes de la talla de Antonio Aguilar, El Flaco Guzmán, Ana Bertha Lepe, Estela Núñez, Pedro Infante Jr. y muchas estrellas más de la cinematografía nacional.

Presentaré una petición para que las películas de El Cornetas sean consideradas clásicas, como lo son las de El Santo, que por tan malas que eran, son muy buenas y ahora las ven hasta en Francia y Japón.

Hay una anécdota familiar que me remite a aquellos tiempos en que Cornelio Reyna estaba en el pináculo de la fama.

Resulta que en el cine Juárez, allá por los finales de los setentas se iban a presentar Juan Gabriel, en plena carrera ascendente, aunque ya se le notaba lo joto, y Cornelio Reyna.

Mi hermana y dos de mis primas se preparaban para ir a ver a un Juanga jovencísimo, muy emocionadas porque pensaban que podrían obtener un autógrafo.

Todo el día hablaban de Juan Gabriel, escuchaban una y otra vez sus discos y cantaban a gritos aquella melodía que el divo cantaba con voz tipluda: “No tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para dar”.

Total, llegó el día de la presentación. Alternaba Cornelio Reyna, artista local y Juan Gabriel era el plato fuerte. Parecía que todas las jovencitas de aquel Reynosa que se nos fue se habían dado cita en el ya desaparecido cine Juárez, ubicado en la calle del mismo nombre con Matamoros, de la Zona Centro, donde ahora es un estacionamiento.

Mi hermana y mis primas se formaron para entrar, se acomodaron en las butacas y se dispusieron a escuchar con impaciencia las rolas que con tanto sentimiento se aventó Cornelio.

Ya como a las once de la noche, fue anunciado el ídolo juvenil, Juan Gabriel, y todas se desgañitaron gritando y coreando sus canciones.

Para no aburrir tanto a mis dos o tres lectores, el show terminó, y ellas se fueron a hacer fila para obtener el ansiado autógrafo de Juanga.

Cuál no sería su sorpresa que el cantante, para evitar ver a sus fans, se coló por una salida lateral.

Quien se quedó hasta el último y empezó a repartir autógrafos fue Cornelio Reyna.

Al día siguiente, mi hermana y mis primas presumían aquel garabato escrito en una hoja de cuaderno: “Mira,-decían-¡me lo dio Corne!”

Va el refrán estilo Pegaso: “A lo entregado y obsequiado, jamás se le observa el flanco”. (A lo dado y regalado no se le ve el lado).