Hipódromo Político
Por Carlos G. Cortés García

• A 38 años de distancia, los sismos del 19 de septiembre de 1985 nos siguen recordando que somos vulnerables ante los fenómenos perturbadores y que, con base es esa misma vulnerabilidad, tenemos que obrar en consecuencia para salvaguardar nuestras propias vidas y la de nuestras familias, nuestros bienes y el entorno.

El saldo de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, el oficial, nos dice que hubieron 3 mil 692 fallecidos mientras que la Cruz Roja Mexicana señala que la cifra superó los 10 mil decesos y las pérdidas materiales superaron los 4,100 millones de dólares.

Aunque cifras extraoficiales, de esas que circulan en radio pasillo aseguran que el número de muertos pudo haber superado los 100 mil. Lo cierto es que fue una verdadera tragedia que tomo desprevenido al gobierno de México, al federal y al de la Ciudad, y no supieron que hacer.

Y es que hasta antes de 1985, los sismos no habían pasado de ser episodios anecdóticos. El Ángel de la Independencia que por más que le gritaban que aleteara no voló, sólo por citar un ejemplo.

Posterior a los sismos de 1985, los defeños entendieron que un sismo costaba vidas y daños materiales. Y entonces, se vieron en la necesidad de aprender a vivir con esa incertidumbre. Así fue para los ciudadanos y el Gobierno, que diseñó el Sistema Nacional de Protección Civil que, desde entonces, opera planes y programas para construir una cultura de protección civil y mitigar los daños que se puedan registrarse antes, durante y después de un sismo.

Y sí, sí se ha avanzado en la materia. Negarlo sería tanto como negar que haya día y noche. Se ha avanzado, eso es innegable. Sin embargo, también es una realidad que nadie puede vivir angustiado por el gran sismo que se espera llegará a la Ciudad de México, ese que viene del estado de Guerrero, en la zona de subducción de las placas de cocos y de Norteamérica, las que se calcula tienen décadas sin liberar energía. ¿Cuándo será? Nadie lo sabe. Pero se ha avanzado en la preparación para afrontar una circunstancia de este tipo.

Ejemplo de ello, son los programas de preparación en materia de Protección Civil que se han implementado en las escuelas de la Ciudad de México y en edificios públicos; la organización de los comités internos de protección civil; la difusión del programa familiar de protección civil para que sepamos, todos los ciudadanos de este país, lo que tenemos que hacer antes, durante y después de un evento catastrófico.

Pero no todo son sismos en México. Hay otros fenómenos perturbadores que pueden afectar a la población, sus bienes y su entorno: fenómenos hidrometeorológicos, fenómenos sociales y fenómenos físico-químicos. Vivimos la sociedad en un permanente estado de riesgo y por ello tenemos la obligación de saber que hacer antes, durante y después.

Hay que reconocer que desde los años noventa, se logró “institucionalizar” en las escuelas de la Ciudad de México, el “no corro, no grito, no empujo”, ante la ocurrencia de un sismo, al momento de evacuar las instalaciones, y ello generó una nueva conciencia en los niños, hoy adultos, que entienden lo que significa vulnerabilidad, que es la incapacidad de resistencia cuando se presenta un fenómeno amenazante, o la incapacidad para reponerse después de que ha ocurrido un desastre. Ello significa que la sociedad sabe que es vulnerable y ha aprendido, en consecuencia, como conducirse con mayor asertividad.

Asimismo, se han desarrollado instituciones especializadas en el estudio de los fenómenos perturbadores y como deben ser afrontados de la mejor manera, como el Centro Nacional de Prevención de Desastres, institución que impulsan los gobiernos de México, a través de la Universidad Nacional Autónoma de México, y el Gobierno de Japón.

A 38 años de distancia de aquel 19 de septiembre de 1985, y con otros fenómenos destructivos en el camino, la sociedad mexicana hemos aprendido que somos vulnerables. Y fechas significativas como la de hoy nos recuerdan que debemos de estar preparados ante lo inevitable.

Y por ello hay que aplaudir los ejercicios que año con año, el 19 de septiembre, se realizan para que no se nos olvide ese principio. Y no lo estamos haciendo mal. Si no sabemos cómo reaccionar ante la ocurrencia de un fenómeno destructivo, difícilmente podremos reaccionar de la mejor manera. Aprendamos y aprovechemos a las coordinaciones estatales y municipales de protección civil, aprendamos y preparémonos. Algún día esos conocimientos habrán de sernos de gran utilidad y podrán ser la diferencia entre estar vivo y no estar.

A pesar de que como sociedad hemos avanzado en materia de protección civil, el dolor en el corazón por esa tragedia, ese no será superado, y se llevará en el corazón de los mexicanos por las próximas generaciones.

PD. 1. La regidora del Ayuntamiento de Reynosa, Denisse Ahumada Martínez, se declaró culpable del cargo de “dispersión”, distribución y venta de sustancias controladas en Estados Unidos, ante una corte federal con sede en el distrito judicial del condado de Brooks, al sureste de Texas.

La Fiscalía de Estados Unidos acusó a Denisse Ahumada de “conspiración” en grupo como primer cargo y “dispersión”, distribución y venta de drogas en Estados Unidos como segunda imputación. La ahora detenida sólo aceptó ser responsable de la segunda acusación en base a una negociación con fiscales federales, misma que le permitirá reducir su sentencia hasta en un 20 por ciento. La sanción penal podría estar entre 8 y 10 años de prisión cuando no hay acuerdo, pero con lo establecido entre ambas partes, la sentencia será menor. ¡Ups!

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